Epifanía. Luis de Vargas. Catedral de Sevilla.
Si bien el evangelista no concreta el número de los sabios, al señalar que ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra, se generalizará que eran tres ya que, además, tres eran los continentes conocidos entonces, por lo que representarían al mundo entero. Tampoco precisa Mateo sus nombres, que serán recogidos en el apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia (siglo VI), en el que se les nombra como Melchor, Gaspar y Baltasar. La iconografía de esta escena se verá muy influenciada por los autos y piezas teatrales que se representaban en toda Europa a lo largo de la Edad Media, como el Auto de los Reyes Magos, del siglo XII, procedente de la Catedral de Toledo. En este siglo, el culto a los Reyes Magos se verá incrementado enormemente debido al traslado de sus reliquias a la Catedral de Colonia en 1164. La tradición narra cómo fueron halladas por Santa Elena, madre del emperador Constantino, en Saba, donde habrían muerto los Magos.
Fechada en 1555, esta Adoración de los Reyes Magos pertenece al retablo del Nacimiento de Cristo, así denominado por estar presidido por la espléndida pintura de Luis de Vargas, quien firma igualmente esta que se encuentra en el banco de dicho retablo. Luis de Vargas nació en Sevilla hacia 1505-1506 y murió no después de 1567. Su estilo está muy influenciado por los artistas italianos contemporáneos que tuvo oportunidad de conocer durante sus estancias en Roma, entre los que se pueden apuntar Salviati, Vasari y Pierino del Vaga, quien pudo ser su maestro según Francisco Pacheco. La Catedral guarda otra de sus principales obras, el retablo de la Generación temporal de Cristo (conocido popularmente como “la Gamba”). También a este pintor se debían los frescos que adornaban las cuatro caras de la Giralda; según Pacheco, es Vargas el que introduce en nuestra ciudad la técnica de la pintura al fresco.
En esta Epifanía, el centro de la composición lo ocupa la Sagrada Familia, bajo la estrella, recibiendo la visita de los Reyes Magos, quienes aparecen adorando al Niño. Uno de ellos besa el pie de Jesús, detalle señalado en el apócrifo Liber de Infantia Salvatoris (siglo IX), mientras que los otros dos lo miran con devoción en presencia de un paje. La escena transcurre en un paisaje con ruinas clásicas que simbolizan el triunfo de Cristo sobre el paganismo. A la izquierda, se distinguen los pajes y servidores de los reyes con caballos y un dromedario.