Inmaculada. Francisco Pacheco. Palacio Arzobispal. Sevilla
Entre las Inmaculadas que pintó Francisco Pacheco (1564-1644), se conserva una en el palacio Arzobispal de Sevilla, realizada hacia 1610. Quizás sea la más sencilla de todas ellas, si la comparamos con las demás que se conservan en Sevilla pintadas por él: La Inmaculada con Miguel del Cid, en la Catedral (1619); La Inmaculada con Mateo Vázquez de Leca, en una colección particular de Sevilla (1621); La Inmaculada en la Parroquia de San Lorenzo (1624), y La Inmaculada en el Libro de Reglas de la Hermandad del Silencio (1642).
La Inmaculada del Palacio Arzobispal es la más antigua de las pintadas por este artista de las que se conservan en Sevilla, y sin duda presenta la frescura del Misterio tratado al principio por Pacheco, siguiendo las normas que él mismo había dado, al describir en su Arte de la Pintura cómo se debía pintar a la Virgen Inmaculada Concepción: “ A se de pintar, pues, en este aseadísimo Misterio esta señora en la flor de la edad, de doze a treze años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mexillas, los bellísimos cabellos tendidos de color de oro, en fin cuanto fuese posible humano pinzel”. Así aparece en este cuadro de Pacheco, lleno de gracia y hermosura. En el paisaje de la parte inferior del cuadro están descritos los atributos y advocaciones de la Virgen en la Escritura.
Es tradición que Francisco Pacheco tomaba a su hija Juana de modelo para pintar a sus Inmaculadas. Él sentiría la importancia de sus pinturas de este tema, porque iban a marcar el modo de los artistas siguientes al describir este misterio de la Virgen. Esta Inmaculada se presente, por tanto, como prototipo a seguir por los pintores sevillanos de la Escuela del siglo XVII.
Fernando Gª Gutiérrez, S. J